Queridos hermanos y hermanas en el Señor,

1. Hace treinta años, el Papa Pablo VI entregó su encíclica Humanae Vitae (Sobre la Vida Humana), que reafirmó la enseñanza constante de la Iglesia acerca del control de la natalidad. Ciertamente es la intervención papal peor entendida de este siglo. Fue la chispa que encabezó tres décadas de dudas y desacuerdos entre muchos católicos, especialmente en los países desarrollados. Sin embargo, con el pasar del tiempo, se ha comprobado profética. Enseña la verdad. Por eso, mi intención con esta carta apostólica es sencilla. Creo que el mensaje de la Humanae Vitae no es una carga sino una alegría. Creo que esta encíclica ofrece una clave que lleva a matrimonios más profundos y ricos. Y lo que busco desde la familia de nuestra Iglesia local no es simplemente un asentimiento respetuoso a un documento que la crítica desecha como irrelevante, sino un esfuerzo activo y sostenido por estudiar la Humanae Vitae; por enseñarla fielmente en nuestras parroquias; y por alentar a nuestras parejas casadas a que la vivan.