9. Ahora nos enfrentamos día a día con las consecuencias. Estoy escribiendo estos pensamientos en una semana de julio en la que, con pocos días de intervalo, los noticieros han informado que casi el 14 por ciento de los habitantes de Colorado están o han estado involucrados en la dependencia de alcohol o drogas; una comisión del gobernador ha alabado el matrimonio mientras que simultáneamente recomienda pasos que lo trastornarán al otorgar derechos y responsabilidades paralelas a personas en ‘relaciones comprometidas’, incluyendo relaciones entre personas de un mismo sexo; y una pareja joven de la costa este ha sido sentenciada por asesinar brutalmente a su hijo recién nacido. De acuerdo a los reportajes, uno o los dos jóvenes padres, no casados, "aplastó el cráneo (del bebé) mientras estaba vivo, y dejó luego el cuerpo mutilado en un contenedor de basura para que muera". Estos son los titulares de una cultura en serios problemas. La sociedad estadounidense está arruinada con la identidad sexual y trastornos conductuales, colapso familiar y una general y creciente aspereza en la actitud hacia la sacralidad de la vida humana. Es obvio para cualquiera excepto para un adicto: tenemos un problema. Nos está matando como personas. Así que, ¿qué vamos a hacer al respecto? Lo que quiero sugerir es que si Pablo VI tenía acerca de muchas de las consecuencias que se derivan de la anticoncepción, es porque tenía razón en cuanto a la anticoncepción misma. Buscando nuevamente ser plenos como personas y como gente de fe, necesitamos empezar volviendo a leer la Humanae Vitae con corazones abiertos. Jesús dijo que la verdad nos hará libres. La Humanae Vitae está repleta de verdad. Por eso es una clave para nuestra libertad.