7. Cuarto: El Papa Pablo advirtió que la anticoncepción conduciría a los seres humanos a pensar erradamente que tienen un dominio ilimitado sobre sus propios cuerpos, convirtiendo inexorablemente a la persona humana en el objeto de su poder invasivo. Aquí se halla otra ironía: al huir hacia la falsa libertad provista por la anticoncepción y el aborto, un exagerado feminismo ha conspirado activamente hacia la deshumanización de la mujer. Un hombre y una mujer participan de manera única en la gloria de Dios por su capacidad de co-crear una nueva vida con Él. En la base de la anticoncepción, sin embargo, está el asumir que la fertilidad es una infección que debe ser atacada y controlada, exactamente como los antibióticos atacan las bacterias. En esta actitud puede verse también el intrínseco enlace entre la anticoncepción y el aborto. Si la fertilidad puede ser falsamente representada como una infección que se debe atacar, también lo puede ser una nueva vida. En ambos casos, un elemento definitivo de la identidad de la mujer —su potencial para engendrar una nueva vida— es redefinido como una debilidad que inspira desconfianza y requiere un atento "tratamiento". La mujer se convierte en el objeto de los dispositivos en los que confía para asegurarse su propia liberación y defensa, mientras que el hombre no comparte nada de esta carga. Una vez más, Pablo VI tenía razón.