Párrafo sobre la anticoncepción contenido en el Libro "Roma, Dulce Hogar"

Aquí los autores Kimberly y Scott Hahn exponen su pensamiento incluso antes de convertirse a la Iglesia.


Estaba demostrando cómo el matrimonio no es un mero contrato que implica un intercambio de bienes y servicios. El matrimonio es una alianza que lleva consigo una interrelación de personas. La tesis principal de Kippley era que toda alianza tiene un acto por el cual se lleva a cabo y se renueva; y que el acto sexual de los cónyuges es un acto de alianza. Cuando la alianza matrimonial se renueva, Dios la utiliza para dar vida. Renovar la alianza matrimonial y usar anticonceptivos para evitar una potencial nueva vida equivalía a recibir la Eucaristía para luego escupirla en el suelo.
Kippley continuaba diciendo que el acto conyugal demuestra de modo único el poder dador de vida del amor en la alianza matrimonial. Todas las otras alianzas muestran y transmiten el amor de Dios, pero sólo en la alianza conyugal el amor es tan poderoso que comunica la vida.
Cuando Dios hizo al ser humano, varón y mujer, el primer mandamiento que les dio fue el de ser fecundos y multiplicarse. Eran así una imagen de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo, tres en uno, la familia divina. De modo que cuando «los dos se hacen uno» en la alianza matrimonial, el «uno» se hace tan real que nueve meses después pueden tener que darle nombre! El hijo encarna la unidad de su alianza.
Comencé a comprender que cada vez que Kimberly y yo realizábamos el acto conyugal, realizábamos algo sagrado; y que cada vez que frustrábamos con los anticonceptivos el poder de dar vida del amor, hacíamos una profanación (trata algo sagrado de forma común lo profana por definición).
Estaba impresionado, pero no quería mostrar que lo estaba. Cuando Kimberly me preguntó qué pensaba del libro le dije simplemente que era interesante. Poco después empecé a ver cómo ella convencía a mis amigos, uno por uno ¡Algunos de los más inteligentes y formados cambiaron de opinión!
Fue entonces cuando descubrí que todos los reformador -Lutero, Calvino, Zwinglio, Knox y todos los demás- habían mantenido sobre esta cuestión la misma postura que Iglesia católica. Eso me perturbó aún más. La Iglesia católica romana era la única iglesia cristiana en todo el mundo que tenía el valor y la integridad para enseñar esta verdad tan impopular. Yo no sabía qué pensar, así que recurrí a un viejo dicho de familia: «Hasta un cerdo ciego puede encontrar un bellota». Es decir, después de dos mil años, hasta la Iglesia católica por fin daba en el clavo en algo.
Católica o no, era verdad; así que Kimberly y yo nos deshicimos de los anticonceptivos que estábamos usando y empezamos a confiar en el Señor de un modo nuevo en lo que concernía a nuestro proyecto familiar. Al principio utilizamos los métodos naturales durante unos meses. Luego decidimos estar abiertos a una nueva vida en cualquier momento en que Dios quisiera otorgarnos esa bendición.