12. ¿Pero por qué las parejas casadas no pueden simplemente escoger el aspecto unitivo del matrimonio y temporalmente bloquear o incluso permanentemente evitar su naturaleza procreativa? La respuesta es tan simple y radical como el Evangelio mismo. Cuando los esposos se dan a sí mismos honesta y enteramente, como lo implica o incluso exige la naturaleza del amor conyugal, ello debe incluir todo su ser, y la más íntima y poderosa parte de cada persona es su fertilidad. La anticoncepción no sólo niega la fertilidad y ataca la procreación, sino que al hacerlo, necesariamente daña también la unidad. Es el equivalente a que los esposos se digan: "Te doy todo lo que soy, excepto mi fertilidad. Yo acepto todo lo que eres, excepto tu fertilidad". Este retener algo de uno mismo inevitablemente trabaja para aislar y dividir a los esposos, deshaciendo la amistad sagrada entre ellos… tal vez no inmediata y visiblemente, sino profundamente, y a la larga muchas veces de manera fatal para el matrimonio.