16. Quiero expresar mi gratitud a las muchas parejas que ya viven el mensaje de la Humanae Vitae en sus vidas de casados. Su fidelidad a la verdad santifica a sus mismas familias y a nuestra entera comunidad de fe. Agradezco de manera especial a aquellas parejas que enseñan la planificación familiar natural y aconsejan a otras parejas en la paternidad responsable inspirada por la enseñanza de la Iglesia. Su trabajo muy a menudo pasa desapercibido o no es apreciado, pero ellos son poderosos abogados de la vida en una época de confusión. Quiero ofrecer mis oraciones y aliento a aquellas parejas que cargan la cruz de la infertilidad. En una sociedad que a menudo favorece el evitar niños, ellos soportan la carga de anhelar el tener hijos sin poder engendrar ninguno. Ninguna oración queda sin responder, y todo sufrimiento ofrecido al Señor fructifica de alguna forma en una nueva vida. Les aliento a considerar la adopción, y apelo a ellos para que recuerden que un buen fin no puede nunca justificar medios errados. Sea para prevenir la gestación o lograrla, cualquier técnica que separe la dimensión unitiva y procreativa del matrimonio está siempre equivocada. Técnicas para procrear que vuelven a los embriones en objetos y mecánicamente sustituyen el abrazo amoroso de esposo y esposa violan la dignidad humana y tratan la vida como un producto. No importa cuán positivas sean sus intenciones, estas técnicas promueven la peligrosa tendencia de reducir la vida humana a material que puede ser manipulado.