17. Nunca es tarde para volver nuestros corazones nuevamente hacia Dios. No somos impotentes. Podemos hacer una diferencia siendo testigos de la verdad sobre el amor matrimonial y la fidelidad a la cultura que nos rodea. En diciembre del año pasado, en una carta pastoral llamada Buenas Nuevas de Gran Alegría, hablé de la importante vocación que todo católico tiene como un evangelizador. Somos todos misioneros. Norteamérica en los noventas, con su cultura de una sexualidad desordenada, matrimonios rotos y familias fragmentadas, necesita urgentemente el Evangelio. Como el Papa Juan Pablo II escribe en su Exhortación Apostólica Sobre la Familia (Familiaris Consortio), las parejas casadas tienen un rol fundamental testimoniando a Jesucristo entre ellos y a la cultura que los rodea (49, 50).