8. Luego del punto final del Santo Padre, ha aparecido mucho más: la fertilización in vitro, la clonación, la manipulación genética y la experimentación con embriones descienden todas de la tecnología anticonceptiva. De hecho, hemos subestimado drástica e ingenuamente los efectos de la tecnología, no sólo externamente en la sociedad, sino en nuestra propia identidad humana. Como ha observado el autor Neil Postman, el cambio tecnológico no es aditivo sino ecológico. Una nueva tecnología significativa no ‘añade’ algo a una sociedad, lo cambia todo, tal como una gota de tinte rojo no pasa desapercibida en un vaso de agua, sino que colorea y cambia cada molécula del líquido. La tecnología anticonceptiva, precisamente por su impacto en la intimidad sexual, ha trastornado nuestro entendimiento sobre el sentido de la sexualidad, de la fertilidad, y del matrimonio mismo. Los ha separado de la identidad natural e intrínseca de la persona humana y ha trastornado la ecología de las relaciones humanas. Ha introducido el caos en nuestro vocabulario de amor, tal como el orgullo introdujo el caos en el vocabulario de Babel.